Es evidente que el gobierno cuyo núcleo fuera integrado por los líderes sindicales de CNT y UGT habría continuado a realizar las reformas sociales dirigidas a ordenar la colectivización y la sindicalización. Tal gobierno habría investigado los hechos de mayo de una manera desfavorable para los comunistas, lo que habría aflojado sus posiciones en los órganes de fuerza y habría resultado en que PCE perdiera la lucha por el poder. Sin embargo, si las cosas hubieran ido así, no sólo los comunistas sino los socialistas de derecha y los republicanos habrían perdido el poder. Pero en mayo del 1937 Largo Caballero no se atrevió a actuar de manera revolucionaria. «El Lenin español» no tuvo la audacia de Lenin verdadero. Al mismo tiempo rechazó el papel de un mascarón de proa de la nave que bruscamente cambiaba el rumbo.
Por no haber atrevido a romper con el sistema partidista-presidencial, Largo Caballero perdió y el 17 de mayo M. Azaña le encomendó formar un gobierno nuevo a J. Negrín, dispuesto a la cooperación más estrecha con comunistas. En la primavera del 1937 un golpe político iba preparándose no en favor de personas sino en favor del bloque de comunistas y socialistas de derecha. Los políticos social-liberales y comunistas eligieron a Negrín como a la más cómoda figura de compromiso.
Los emisares de Comintern participaban directamente en aquellas combinaciones y gozaban de una gran influyencia en la coalición de los «vencedores de mayo». Está claro que sin su apoyo los socialistas de derecha no habrían logrado vencer a Largo Caballero y la revolución social.
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Los antifascistas tenían no un solo (exterior) sino dos factores de resistencia como mínimo (lo que prueba ya la defensa de Madrid): la revolución y la ayuda de la URSS. En la situación en que hallaba la República era imposible ganar contando con sólo uno de ellos. La derrota seguía no sólo a la disminución de la ayuda soviética sino también a la debilitación de la revolución. Al paralizar la revolución, la dirección española nueva mató los estímulos de la lucha abnegada por la victoria. Largo Caballero sabía combinar las ambas fuentes de la fuerza republicana, después de que Negrín había rechazado una de ellas, sólo el comienzo de la Segunda Guerra Mundial podría salvar la República.
Antes de 1938 la ayuda soviética equilibraba la intervención material y técnica de Italia y Alemania, y las Brigadas Internacionales, la presencia del contingente militar italiano. A los finales de 1937 la ayuda soviética empezó a reducirse, mientras la fascista aumentaba. La disminución de la ayuda de la URSS fue relacionada tanto con el desengaño de los jefes soviéticos por lo que el nuevo gobierno Negrín-Prieto fuera incapaz de quebrar el curso de la guerra como había prometido, como con la agravación de la situación internacional, cuando el problema español quedó menos importante que las crisis en China y Checoslovaquia.