En lugar de la dictadura del gerente llegó el poder del colectivo representado por su activo (sobre todo por los líderes sindicales de la estructura de CNT) e influencia casi religiosa de los lemas ácratos, cualquiera oposición a cuales podía ser interpretada como contrarrevolución. Sin embargo, el ascendiente de la ideología compartida por una masa importante de los obreros jugaba un papel impulsor, incluído en la producción. Anarco-sindicalistas y socialistas de izquierda lograron establecer un sistema social relativamente eficaz y democrático (en cuanto era posible en las condiciones de la guerra civil), basada en la democracia industrial. A pesar de una grave situación económica provocada por la guerra y la escisión del país, la industria colectivizada no dejó toda la industria desplomarse. Introducción del sistema de la democracia industrial garantizó la única eficacia productiva que fuera posible en las empresas españolas de la época en la situación de guerra y el bloqueo económico parcial. El mito de que «los anarco-sindicalistas arruinaron la producción» puede considerarse desmentido. Al tomar en sus manos las fábricas, los obreros e ingenieros hicieron lo máximo posible. La producción para el esfuerzo de guerra logró a superar los valores de preguerra. Pero el modelo de autogestión y democracia industrial coordinada por sindicatos y estructuras sociales semipúblicas no satisafacía a otras fuerzas políticas, lo que en 1937 agravó la confrontación en el campo republicano. La lucha contra la democracia industrial desplegada bajo el gobierno de Negrín (1937–1939) precipitó la caída de los valores económicos en comparación con los tiempos de Largo Caballero.
La colectivización rural iniciada por los ácratas se difundió extentamente por el territorio republicano. A diferencia de la URSS, no fue causada por presión del Estado a los campesinos. En algunos casos la mayoría de paisanos imponían la colectivización a la minoría, en algunos casos las haciendas individuales se conservaban. A vezes unos grupos de ácratas radicales llevaban a cabo la colectivización forzada, pero CNT y los líderes anarco-sindicalistas se pronunciaban en contra de tales disparates. El apoyo masivo de la colectivización y su carácter voluntario para la mayoría de los paisanos se ve confirmado también por el hecho de que después del fracaso de los anarco-sindicalistas en su conflito con los comunistas en mayo-agosto de 1937, cuando anarquistas ya no tenían ni una sola posibiliad de aplicar fuerza a sus adversarios, el movimiento masivo de los colectivos agrarios continuó y aun creció. En general, la colectivización produjo un buen efecto en la escala nacional. La situación con alimentaciones en primavera de 1937 se mejoró sustantivamente, las áreas sembradas crecieron, que admitían hasta los adversarios de los anarquistas. Los éxitos y fracasos de colectivos concretos dependían de sus líderes, pero en general el movimiento que eliminó por su sola aparición la opresión tributaria, latufundismo y haciendas parciales demostró su viabilidad.